sábado, 27 de octubre de 2012

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Restar muertes


¡Zas! Su puño golpeó el poste, lo hizo vibrar. A sus pies, la sábana azul dejaba entrever el cadáver de su hermano y la bicicleta blanca en la que viajaba. Alrededor del cuerpo, peritos midieron, hicieron anotaciones, fotografiaron.    
Unos seis metros adelante, en la parte trasera de una patrulla de la Policía de Guadalajara, un veinteañero aseguraba no tener la culpa de la muerte de J. G., de 24. “No me di cuenta, yo venía circulando tranquilo”, dijo. Se trababa del chofer de un camión de la línea TUR, que a una cuadra del punto, en López Cotilla y Simón Bolívar, había sido interceptado por un automovilista que lo incriminó.     
Entre los curiosos, dos jóvenes —uno de ellos en velocípedo— intercambiaron un par de frases:
— ¿Qué pasó, compa? 
— Atropellaron a un ciclista.
— Chin… 
Mientras transcurrían los peritajes y el levantamiento del cuerpo, representantes de medios de comunicación preguntaron a agentes viales en la zona, por datos con los que tejer sus noticias; ora a policías, ora a testigos del atropellamiento, ora a los forenses.
Luego del hecho fatal, Marco Antonio B. estacionó su taxi del sitio 68  de manera que quedara protegido el cuerpo de G. Circulaba detrás del camión y del ciclista. Él llevó la voz cantante en las declaraciones a reporteros y autoridades. Dijo que observó que el conductor del camión de lujo con número económico *** se le cerró al joven. Más adelante, indicó, el conductor de un Jetta blanco detendría al chofer del TUR, bajo el argumento de que él era el responsable.   
Que no, que ellas no sintieron golpe alguno ni escucharon nada, afirmaron cinco mujeres pasajeras del TUR supuestamente involucrado; permanecieron en el lugar para defender al camionero. Uno a uno, bajo la batuta de los agentes viales, pasaron coches, peatones, motos.    
¿Quién era el responsable de la muerte? La Procuraduría General de Justicia del Estado tendría que determinarlo.    
Más tarde, personal del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) se llevó el cuerpo de J. G. y esparció aserrín sobre la sangre derramada en el asfalto. Tres días después, el martes, un grupo ciclista en la ciudad colocaría una bicicleta blanca en el sitio, en memoria del joven fenecido. Sería la número 25 en 2012, 25 muertes de ciclistas.

1 comentario:

  1. El texto me deja con ganas de saber más de la nota, me lleva a la escena, a ponerme en el lugar del hermano del ciclista que falleció, del taxista que detuvo su cotidiano para atestiguar y brindar su ayuda a la persona que falleció... Felicidades Miriam y sí me gustaría leer más notas así en los medios, más humanas, menos frías.

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