domingo, 23 de diciembre de 2012

Estampas tapatías I

Historias

Tozudo: dígase del comerciante que casi cada día vende su producto en el cruce de las calles Colón y Madero, en el Centro de Guadalajara. No importa qué, si hay operativo anti ambulantes del Ayuntamiento o no, ahí está él, la voz en grito: “¡Veinticuatro borrachitos (dulces) por cinco pesos!”.
¿Cuántas cajas vende al día? ¿Cuánto tiempo dedica a la venta? ¿Él prepara los borrachitos? ¿A quién mantiene económicamente?
Mientras él anuncia su producto con la misma tonada (¿No resonará la frase en su cabeza, desesperante, al final de la jornada? “¡Veinticuatro borrachitos por cinco pesos!”), decenas de pies se mueven a su alrededor. Unos como si les quemara el piso, con prontitud; otros como si su dueño estuviera desorientado, es decir, lento y sin tino: miran los productos de las tiendas a través de los escaparates.
No sabría decir con certeza si el charlatán es moreno y de estatura media, no he reparado en él. Soy de las de paso acelerado que solo escuchan su discurso de venta lo que tarde en atravesar una cuadra con gentío incluido; luego de ello, su voz se pierde entre el bullicio citadino.
A pocas cuadras de la intersección referida, en Juárez y 16 de Septiembre, otro personaje familiar en los recorridos aparece. Con la ropa ajada, no sé si siempre la misma (Como muchos, no sé si bajar la mirada ante la miseria o encararla, ¿sonreír?), suelo verlo en torno a la escalinata de 16 de Septiembre. Hago memoria y me parece observarlo rebuscando entre los botes de basura aledaños. Es de cabello y barba oscuros, descuidados. ¿Será de las personas que van de bote en bote recolectando latas de refresco, plástico, y otros materiales reciclables, para hacerse de algún dinero? (¿De ésas que se ven con frecuencia en la zona Centro?) ¿Cuánto puede ganar? ¿Para qué le ajusta? ¿Dónde duerme?  
Cúmulo de rostros. Cuerpos que se cruzan. El ir y venir de los peatones. Historias…  

domingo, 9 de diciembre de 2012

Croll sumerge en risas a tapatíos


“Sofi, ¡ya!”, pidió silencio una mujer, luego de que la carcajada de Sofía no cesara cuando asistentes a la lectura teatralizada, Croll, dejaron de reír. 
 
Y es que el público celebró el humor y la ironía palpables en los diálogos escritos por Ernesto Anaya; el juego de palabras. Conforme avanzó la lectura, la risa del respetable se escuchó cada vez en más ocasiones.
Croll, que se presentó en la azotea de la Casa Simón Bolívar, se divide en tres actos. En el primero, a raíz de que ambos quieren entrenar en el carril central de una alberca, una nadadora y un nadador se sumergen en una discusión que incluye temas como la corrupción, la moral y hasta el capitalismo. Ella, engreída y altiva, presume ser “la mejor del país”; él cuestiona su discurso y, por tanto, la hace rabiar: ora grita, ora se mofa de su interlocutor en venganza. El público, en tanto, atiende atento el intercambio de palabras. Hay lugar para algunas risas.     
Ya en la segunda parte de la lectura teatralizada —dirigida por Copatzin Borbón—, un octavo violín y una cantante de ópera se encuentran en la misma piscina olímpica que los otros personajes, pues tendrán una presentación en ese espacio. Ella proviene de Alemania, él de México. Aquí el detonante de la charla es la impuntualidad de los demás músicos.  
“En México, cualquier cita tiene 30 minutos de tolerancia”,dice él. Ella estalla en cólera.
Después vendrán las comparaciones entre lo que pasa y no en “los países en vías de desarrollo” y en los del “primer mundo”, reflexiones que ella señalará al mexicano, resuelta, cada que tiene oportunidad. Que si en los primeros son impuntuales, que si se la pasan pidiendo disculpas, que si abunda la resignación y la burocracia… Arropados, los asistentes soportan el frío; algunos tosen y, los más, rompen en carcajadas.    
 
 
El cambio de actos se marca con música. Llega el tercero y último. En él, los nadadores, el octavo violinista y la cantante de ópera coinciden. Los cuatro viajaban en el avión que se accidentó cuando volaba al país sede de las olimpiadas; permanecen en mar abierto. Hay discusiones, frustración, cierta reconciliación y un final inesperado. 
Aplausos. Chiflidos. La treintena de asistentes ovaciona a los actores Mely Ortega, Olaff Herrera, María Rodríguez y Hossein Ortega. Pero no es todo, algunos no dejan pasar la oportunidad de opinar de la lectura teatralizada y externan, con sonrisa incluida:“¡Bravo!”; “Estuvo muy buena”; “Estuvo muy divertida “;“Me gustó mucho”.   
Para saber
Laura López explicó al público que la lectura teatralizada se presentó gracias a la Dirección de Artes Escénicas y Literatura de la Universidad de Guadalajara (UdeG), que tiene sus oficinas en la Casa Simón Bolívar. Dijo que formó parte de las actividades del Corredor Cultural Lafayette, iniciativa que, en su primera edición, este sábado y domingo ofreció diversas actividades artísticas y recreativas.

sábado, 27 de octubre de 2012

...

Restar muertes


¡Zas! Su puño golpeó el poste, lo hizo vibrar. A sus pies, la sábana azul dejaba entrever el cadáver de su hermano y la bicicleta blanca en la que viajaba. Alrededor del cuerpo, peritos midieron, hicieron anotaciones, fotografiaron.    
Unos seis metros adelante, en la parte trasera de una patrulla de la Policía de Guadalajara, un veinteañero aseguraba no tener la culpa de la muerte de J. G., de 24. “No me di cuenta, yo venía circulando tranquilo”, dijo. Se trababa del chofer de un camión de la línea TUR, que a una cuadra del punto, en López Cotilla y Simón Bolívar, había sido interceptado por un automovilista que lo incriminó.     
Entre los curiosos, dos jóvenes —uno de ellos en velocípedo— intercambiaron un par de frases:
— ¿Qué pasó, compa? 
— Atropellaron a un ciclista.
— Chin… 
Mientras transcurrían los peritajes y el levantamiento del cuerpo, representantes de medios de comunicación preguntaron a agentes viales en la zona, por datos con los que tejer sus noticias; ora a policías, ora a testigos del atropellamiento, ora a los forenses.
Luego del hecho fatal, Marco Antonio B. estacionó su taxi del sitio 68  de manera que quedara protegido el cuerpo de G. Circulaba detrás del camión y del ciclista. Él llevó la voz cantante en las declaraciones a reporteros y autoridades. Dijo que observó que el conductor del camión de lujo con número económico *** se le cerró al joven. Más adelante, indicó, el conductor de un Jetta blanco detendría al chofer del TUR, bajo el argumento de que él era el responsable.   
Que no, que ellas no sintieron golpe alguno ni escucharon nada, afirmaron cinco mujeres pasajeras del TUR supuestamente involucrado; permanecieron en el lugar para defender al camionero. Uno a uno, bajo la batuta de los agentes viales, pasaron coches, peatones, motos.    
¿Quién era el responsable de la muerte? La Procuraduría General de Justicia del Estado tendría que determinarlo.    
Más tarde, personal del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) se llevó el cuerpo de J. G. y esparció aserrín sobre la sangre derramada en el asfalto. Tres días después, el martes, un grupo ciclista en la ciudad colocaría una bicicleta blanca en el sitio, en memoria del joven fenecido. Sería la número 25 en 2012, 25 muertes de ciclistas.

martes, 9 de octubre de 2012

En defensa del 25-S

http://www.informador.com.mx/suplementos/2012/407963/6/el-mesero-que-se-vistio-de-heroe.htm

¿Cómo se vivió el 25-S?

En defensa del 25-S

¡Zas! Decenas de piedras chocan contra el cristal. Al tiempo, gritos entreverados con el sonido de disparos de pelotas de goma, armamento de los antimotines, saturan los oídos. “¡Ya! ¡Por favor! ¡No tiren piedras!”, ruega Alberto Casillas. El 25 de septiembre se envalentonó, para, primero, impedir que policías en busca de manifestantes entraran al bar del que es camarero, El Prado, y, segundo, para apelar al raciocinio de manifestantes que aventaron rocas sobre el establecimiento. 

“Me daba miedo que se montara una masacre si entraban (al bar)”, cuenta para el diario español "El País". “Dentro se me había metido una marea de gente: viejos, niños… Y los policías no parecían nada tranquilos”.  

Al poco tiempo de haber defendido a los manifestantes, de la fuerza policiaca, en Madrid, la hazaña de Casillas se convirtió en tema del momento (trending topic) en Twitter. La imagen del camarero se replicó también en Facebook y otras redes sociales, y, pronto, emisoras de radio, televisión, la prensa, los medios en la web, difundirían la historia: lo convertirían en el héroe de la jornada que fuera organizada para protestar por los recortes del Gobierno y para pedir, incluso, la dimisión del presidente español Mariano Rajoy. La cita: el Congreso. El objetivo: rodear el inmueble; hacer visible su descontento.  

Y es que, desde que asumiera el cargo en diciembre de 2011, el mandatario del Partido Popular (PP) ha emprendido una serie de medidas económicas que no han sido bien recibidas por el pueblo español.

“Que quede una cosa clara: yo soy del PP. Afiliado y votante de Rajoy. Que nadie sospeche que tengo intereses en esto, pero es que fue un exceso”, expone el camarero. 

Relata que los policías llegaron hasta su bar porque, supuestamente, un herido en las cargas fue a refugiarse al lugar. Asegura que en ese momento escuchó que los agentes procederían con la detención de aquella persona. “Fue entonces cuando les dije que no pasaban. Durante todo el día el ambiente de la manifestación fue de lo más correcto. Y yo lo digo a título personal, pero creo que hubo un exceso de carga policial terrible. No discriminaban a nadie”, señala para El Huffington Post.

Libertad, su pretensión

Casado con una venezolana y padre de dos hijos, Casillas, de 49 años, cuenta que vivió en Venezuela por dos décadas, hasta hace cinco años, pero que justo volvió a España, su país natal, en busca de la libertad que en Sudamérica no encontró.

“Nos volvimos por la represión y ahora me la encuentro aquí. Eso se asemeja mucho al sistema de represión de (presidente Hugo) Chávez, que hasta a veces es más compasivo de lo que se vivió aquí ayer (25 de septiembre)”.

“El dirigente que se esconde detrás de las fuerzas policiales, no escucha al pueblo, y lo más importante es escuchar al pueblo”, alecciona. Después, lamenta: “Esta no es la libertad que yo he buscado para mi país”.

Resuelto, en una entrevista con una televisora del país ibérico, externa que ni en tiempos del dictador Francisco Franco había visto similar hecho en el que chocaran policías contra manifestantes.

“Yo lo vi y fue una provocación de los policías hacia el pueblo; no fue al revés. Eso lo digo yo que he visto miles de manifestaciones. Soy de 1963 y esto no lo he visto ni con Franco”.

La imagen en la que Alberto encara antimotines, con gesto imponente, abierta la boca y los brazos extendidos, se publicó en decenas de medios del orbe. El mesero afirma que, de ser necesario, arriesgaría de nuevo su integridad física con tal de proteger al “pueblo” que tanto dice amar: el español.

“Es que fue un exceso policial. Y eso que yo defiendo la ley, pero sobre las leyes está el sentido humano. Hice lo que tuve que hacer, y ya está”.

En las entrevistas con diversos medios repite la empatía que tiene hacia Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, pero matiza que no le gusta lo que pasa al interior de su administración.

“Mire, yo voté a Rajoy, pero este no es el tipo de Gobierno por el que yo voté. Debe haber conciliación y no he visto a nuestro presidente reunirse con nadie. Se decretan medidas y punto, y así no se puede gobernar”, declara para "El Huffington Post". 

Recientemente el Gobierno anunció el recorte global de casi 30% a la industria cultural en los Presupuestos de 2013, una de las áreas más golpeadas.

También, por ejemplo, en abril, la presión de los mercados obligó a presentar otro recorte drástico de
10 mil millones de euros en sanidad y educación. A esto se sumaron los grandes recortes de julio, con subidas de impuestos y recorte del sueldo de funcionarios, que tampoco estaban en Presupuestos. Todo como medida a la crisis económica que atraviesa España y que cada vez más a ahoga a sus habitantes.

Alberto Casillas, para presidente

Con cánticos y frases como “Que sí, que sí, que sí nos representa”; “Alberto, para presidente”, y “Es un héroe”, Alberto Casillas fue ovacionado al día siguiente de la protesta del 25-S, que dejara 35 detenidos y unos 64 heridos.

Durante el 26, decenas de personas se arremolinaron a su alrededor para exponerle su admiración y hasta agradecimiento.

“No, héroe son cada uno de ellos”, dijo Alberto, a la vez que señalaba con el dedo índice a quienes le rodearon. “Ante las imágenes de susto (de los manifestantes), cualquier español hubiera hecho lo mismo”.

Abrazos, besos y otras manifestaciones de cariño fueron vertidas hacia quien trabaja en el bar El Prado (Paseo del Prado, 16) desde hace tres años.

Alberto Casillas se dejó consentir. En vídeos en YouTube se observa cómo devuelve el saludo a quien se acerca. Las cámaras de foto de móviles captan el momento. Todo es efusividad y fiesta por el hombre símbolo de las protestas.

“Me queda grande el cargo de presidente”, dice con modestia. Y agrega: “La gente me daba las gracias y yo le decía que no había nada que agradecer. Todo el mundo lloraba, gritaba y yo no podía permitirlo. El pueblo, cuando ve que atacan al pueblo, tiene que protegerse entre sí”.

De una puerta a los memes

Ahí está él, uniformado en camisa blanca y corbata, los brazos extendidos, el entrecejo fruncido; justo la posición que adoptó para detener a los antimotines. Pero ahora no está a las afueras del bar El Prado, sino que protagoniza el famoso cuadro del español Francisco de Goya, Los fusilamientos del 3 de Mayo. El montaje ("meme") fue difundido por las redes sociales, pero el ingenio fue más allá de la obra de arte: Casillas aparece en una imagen con superhéroes como Batman y Iron Man o, incluso, en medio de la pelea ocurrida entre los futbolistas Zinedine Zidane y Fabio Cannavaro, luego que el primero le pegara un cabezazo al italiano Marco Materazzi en la final del Mundial de 2006.

¿Cómo se vivió el 25-S?

jueves, 16 de agosto de 2012

Lo que quiso ser un tweet o actualización de Face...

20:59 hrs. Escribo (en Twitter) sobre las ganas que tuve de besarte, y apareces. Tú, tu sonrisa; la mía.

martes, 31 de julio de 2012

Sin título

Antes de que desaparecieran el nombrado 'auto partido' y el auto maceta, el fin de semana del 28-29 de julio de 2012, redacté el texto que sigue. Se publicaría el 2 de julio.
http://www.informador.com.mx/jalisco/2012/393833/6/desaparecen-esculturas-hechas-con-autos-chatarra.htm

Unos le miran con curiosidad, otros ni siquiera voltean a verlo. Donde antes hubo asientos, ahora hay basura; el grafiti y calcomanías borraron su aspecto original. No obstante, el llamado “auto partido” permanece sobre el camellón de Federalismo como testigo inexorable del devenir de la ciudad, como elemento que rompe con la urbanística para transmitir un mensaje.

La instalación colocada al cruce con Juárez, el 22 de septiembre del año pasado, en el Día Internacional Sin Autos, consta de dos piezas: el cascarón de un vehículo compacto y una bicicleta.  El automotor está partido en dos por la mitad. Justo de la defensa delantera, y por la línea divisoria, sobresale el velocípedo pintado en verde limón, color oficial de sus artífices: GDL en bici.

César Carabes avanza sobre su bicicleta por Juárez; al llegar a Federalismo, no detiene su marcha: le gana el paso a un vehículo que daba vuelta y, pese a que el semáforo está en rojo, cruza la avenida. Una vez en el camellón, enciende un cigarro y espera la luz verde para seguir su camino.  Tiene 18 años y dice que desde los 16 se traslada en dos ruedas,  para repartir comida de un restaurante en las cercanías. Afirma que los carros dificultan el paso a los ciclistas y que no lleva casco porque no se ha accidentado. Desconoce el significado que guarda el “auto partido”, aunque sí se había percatado de su presencia.      

El mensaje  

“La idea, no muy aterrizada, del ‘auto partido’, es mandar el mensaje de cómo la bicicleta puede ser un medio para hacer frente a los problemas que trae el auto: ambientales, económicos, de salud, sociales; desde una forma artística”, explica Yeriel Salcedo, miembro de GDL en bici. 

Cuenta que el grupo creyó que la instalación no permanecería en el sitio más de un mes, aunque denuncia que “el coche ha sufrido vandalismo”.  El colectivo acude a limpiarlo cada dos o tres meses.

Entre rayones de grafiti en color rosa, morado y negro, aún son leíbles en la cajuela las frases: “En Guadalajara, en 2011, 17 personas han perdido la vida en su bicicleta” y “75% de la contaminación del aire es causada por los vehículos privados”.  

Yeriel narra que, antes, las personas se detenían a observar el carro y leían la serie de estadísticas pintadas en él para “desincentivar el uso del auto“; sin embargo, con su desaparición, “ahorita sí se perdió el mensaje, no te transmite mucho, (aunque) rompe la cotidianeidad, porque ves un coche partido y la bicicleta”.    

Aparte de grafiti, el vehículo tiene calcomanías con nombres de candidatos a puestos de elección popular.

Juárez y Federalismo es un cruce concurrido. En el punto convergen cantidad de automovilistas, ciclistas y peatones; es estratégico para la promoción de diversas causas: lo fue para la pega de calcas en las recientes campañas electorales y lo es para las colectas de dinero de asociaciones civiles o incluso para la venta de productos de comerciantes ambulantes.  No por nada fue elegido por GDL en bici. “Tratamos de que lo viera la más gente posible; los que van a la Vía RecreActiva, los peatones, los conductores”.  

Renovación



Antes de que se cumpla un año de su instalación, GDL en bici planea restaurar el “auto partido”, también llamado “un auto menos”, por tratarse de un vehículo que era funcional, pero que se quitó de circulación para la causa.  

Yeriel detalla que pretenden utilizar pintura anti grafiti y convocar a artistas para darle una nueva apariencia. Volverán las estadísticas y los mensajes pro uso de la bicicleta; incluso, se colocarían ventanas y cerrarían el coche para que ya no concentre basura.

El propósito de GDL en bici es instalar un coche cada Día Internacional Sin Autos, pero este año no hay certeza de que se done otro vehículo para hacerlo.   

Otras instalaciones

No lejos del “auto partido”, en Pavo y Libertad, una bicicleta blanca cuelga de un poste. Es una de las 12 que se instalaron en 2009 a manera de “sombrío y pequeño memorial para los ciclistas que son asesinados por un vehículo automotor”. Ese año, el 6 de mayo, un ciclista quedó prensado luego del accidente en el que se vieron involucrados un camión del transporte público y una camioneta. 

El proyecto “bicicleta blanca” es desarrollado por GDL en bici y Ciudad para Todos. En 2010 se colocaron 35 bicicletas blancas; al año siguiente, 25; y, en lo que va de 2012, suman doce (hasta el 30 de julio); esto en la Zona Metropolitana de Guadalajara.   

Otra intervención urbana en torno a la movilidad es el “auto maceta” ubicado en Inglaterra y López Mateos, concretado por organizaciones como Ciudad para Todos. En él se sembró un árbol y varias plantas, para reflexionar sobre el incremento de coches en la ciudad. También fue colocado para celebrar el Día Internacional Sin Autos, pero en 2010.  

sábado, 21 de julio de 2012

Efímera ilusión

No quiero besar otros labios que no sean los tuyos, porque vivir otra efímera ilusión no me atrae. ¿Para qué amanecer contigo, si no hay más lenguas húmedas y caricias al día siguiente? ¿Para qué, si no hay más palabras entre nosotros que "construyan un puente indestructible"? ¿Para qué, si todo queda en recuerdo? Uno lejano, nostálgico y, puede, hasta doloroso...

Cruzaste el umbral, te atreviste, me abrí... respondí... ¿y? ¿Qué queda? ¿La nada? Pues eso, efímera ilusión.

jueves, 12 de julio de 2012

Borrador

Sus labios entre mis dientes, explosión de sensaciones, suspiros... Sus incisivos aprisionaron mis labios, y luego vino un juego de mordiscos y lenguas húmedas que embelesó.


Su cuello tibio y suave; su mano juguetona. Sus ojos tiernos, su boca roja.
Besar su cuello tibio y suave, placer de placeres.
Imágenes que reviven en la mente.

Despertó y ahí estaba. Lola soledad.

domingo, 3 de junio de 2012

Viaje fugaz

Ríen. El sol se posa sobre espaldas y cabezas. Ella y él detienen su recorrido en bicicleta sobre la avenida Massachusetts, para descansar a la sombra de los árboles del área verde del Dupont Circle.

Más allá, a su derecha, un par de chicas dialogan sentadas sobre el pasto. Una lleva un shayla en color oscuro, una prenda musulmana que cubre cabeza y cuello, pero que no oculta el rostro. En tanto, a su izquierda, treintañeros de piel oscura dormitan sobre el cuidado césped.

La postal es de Washington D.C., capital de la primera potencia mundial, Estados Unidos, y una metrópoli cosmopolita, con cantidad de extranjeros que la pueblan y visitan.
Continuará...

domingo, 20 de mayo de 2012

Nunca vienen solas

"Interrumpimos a nuestra compañera para anunciar la muerte del escritor Carlos Fuentes”. La voz de Jacobo Zabludovsky resonó en casa. La tostada de pescado cayó sobre el plato. El apetito se fue y el tiempo desaceleró. En un movimiento dejé la silla y corrí al dormitorio. Escalofríos, agua en los ojos. Tecleé con nerviosismo lo que había escuchado y lo publiqué en Twitter. Quería confirmar si realmente había pasado. Por como lo había dicho el experimentado periodista, había un dejo de duda en el aire. Pero no. La esperanza se esfumó. Medios de comunicación, amigos, escritores, replicaban el suceso. "Ultima hora"; "Avance"; "Urgente". "Muere el escritor Carlos..."; "Siento terriblemente la muerte de Fuentes ";”Perder a Carlos Fuentes es perder”… Era un hecho. La desolación se abrió paso y permanecería instalada el día entero. Todo ese martes 15 de mayo, hasta los últimos minutos.     

Después, la jornada laboral transcurriría entre el anhelo de colaborar con la creación de textos que permitieran hacerle saber a propios y extraños quién era ese señor de cabello cano y bigote, ganador de premios como el Cervantes y el Príncipe de Asturias, no así del Nobel. Pero en eso se quedó un tanto, en deseo.

Al tiempo que esperaba el paso del camión que me llevaría a la oficina, recordé las declaraciones del poeta José Emilio Pacheco: “Yo nunca tuve esa vitalidad y esa capacidad de trabajo de Fuentes, siempre lo vi como una persona, un modelo muy lejano que nunca iba a alcanzar”. Emotivas palabras pronunciadas en entrevista con Zabludovsky, me dije. Las 15:00 horas y ni un camión ni taxi se asomaban por el desfigurado pavimento de la calle Manuel Acuña. Era tarde; muy.

Con paso apresurado llegué a casa y la saqué a la calle. Azul cielo y blanco. De estilo antiguo. Un año y un mes de paseos y recorridos que empezaban y terminaban en sonrisa. Me aseguré el casco y avancé con agilidad sobre la bicicleta.  

Juan Manuel y Alcalde. Cinco cuadras para llegar al destino final. Había sorteado ya hoyancos, camiones con prisas, automovilistas; pensé en que entre semana sería mejor trasladarme en cuatro llantas y no en dos: era una exposición al peligro innecesaria, pero, claro, disfrutaba andar en bicicleta, sentir esa adrenalina y libertad que me regalaba, y de vez en vez prefería el peligro a la seguridad, a la albiceleste y no al coche.

“¡Hola, Miriam!”, dijo Juan. Sonreí y, aunque un tanto distraída por el saludo, seguí con mi tarea: encadenar la bici al segundo árbol de Independencia a Juan Manuel, sobre Pino Suárez. Como cada una de las ¿decenas de veces? Que dejé el vehículo albiazul en las vialidades tapatías, me aseguré de que el candado hiciera clic. Acompañada de Juan, subí las escaleras que conducen a mi escritorio y me olvidé de todo. El trabajo acaba por absorberme en demasía; parezco meterme a un mundo que, a veces, ni siquiera en sueños abandono por completo.    

17:00 horas, 19:45, 21:15, 23:40. El tiempo transcurrió y llegó la hora de salida. Reflexioné si ir a la pizzería que últimamente frecuento, pero estaba tan agotada que lo que más quería era llegar a casa. Descendí las escaleras, me despedí del recepcionista, chequé mi salida en el aparato ubicado al lado de la puerta y di un paso a la calle.  

Nada. No estaba. No di crédito. “¿Por qué tengo el casco en mano si no traje la bicicleta?”, me pregunté en medio de la confusión. El cuello se me hizo de piedra, la espalda también se endureció. Volví con el recepcionista y pregunté, ingenua, sin reflexionar lo que mis labios pronunciaban: “¿No sabe si los del periódico se llevaron mi bicicleta, si no debía estar allí y les estorbaba?”. Me sentí tonta. ¿Cómo iba a ser posible aquello si no tenían la llave del candado? El señor me preguntó si se habían llevado mi vehículo y externó sus condolencias al darlo por hecho. Silencio.  

Salí disparada a la calle, y sin despedirme, solo para comprobar una vez más el agravio: el robo de mi bicicleta. Por segunda vez en el día, la desolación e incredulidad cayeron sobre mí. Y, de nuevo, Twitter. Envié una foto a la red social en que se observaba, pese a la oscuridad de la noche, el árbol sin bicicleta. Denuncié el hecho. Reclamé. Expresé mi tristeza y desconcierto. No fue suficiente para consolarme. “Que el dolor cuando es por dentro es más fuerte, no se alivia con decírselo a la gente”, recordé la canción.     

¡Zas! El casco golpeó la pared de una de las fincas que estaban de camino al cruce en que tomé un taxi para volver a casa. Ahora la ira era evidente. Mi cuerpo pidió sacar la energía surgida del coraje de sentirme irrespetada y el muro la pagó. Así caminé tres cuadras, los dientes apretados, el cuello tenso, las lágrimas contenidas… alterada.

“¡Ah, qué la chingada!”.  No pasaban taxis. Un nuevo rayo de furia corrió por mi anatomía y pensé en hacer añicos el casco contra el suelo. Deshacerme de ese pedazo de plástico que me recordaba la pérdida.  

Al fin un carro amarillo detuvo su transitar. Lo abordé. “Buenas noches”, dijo él. “A Santa Tere, por favor”, recibió por respuesta. Minutos más tarde, el taxista diría: “Trae casco”. En ese momento, no sin antes suspirar, contaría mi historia (una que propiciaría el debate sobre la inseguridad en la ciudad durante el trayecto entero): “Acabo de salir de trabajar, con la sorpresa de que robaron mi bici”. “Ya no hay respeto”, contestaría el conductor. “No”, pensaría decepcionada yo.

Casi medianoche. Arribo a casa. “Dos penas en un solo día”, susurré. Después vendrían los resoplos, el mal humor, el llanto, los recuerdos, las vueltas de un lado a otro de la cama sin poder pegar ojo… una, dos, tres… cinco de la madrugada... Ni hablar: las desgracias nunca vienen solas, reza el proverbio.
https://twitter.com/#!/MiriamPadilla/status/202623639386984449/photo/1

viernes, 2 de marzo de 2012

Crónica de un paseo por la obscuridad

De la exposición ‘Diálogo en la obscuridad (2009),
del Trompo Mágico Museo Interactivo.

Una hora y media en completa obscuridad. Cinco escenarios que recrean la vida cotidiana. Objetivo: sensibilizar a las personas acerca de cómo enfrentan los invidentes el diario acontecer.
“¿Dónde estamos?”, pregunta Maggie, la guía de la exhibición. Pasto, árboles, el cántico de las aves, el aroma a pino, la frescura del ambiente...Alejandra toca, escucha, huele, y en su mente se descifra el enigma: “¡Estamos en un bosque!”, grita. La respuesta es afirmativa, así que Maggie conduce a los visitantes de la exhibición al siguiente escenario.
Los participantes, agazapados a la pared, se ayudan con sus manos y un bastón para recorrer cada uno de los pasillos que conducen a los distintos escenarios.
Ya en el siguiente, los sonidos comunes del tráfico inundan la habitación. El motor de los vehículos, el resonar de un claxon, un trailer...Toda una desconcertante orquesta de sonidos que impide la concentración, que sofoca.
“Ahora simularemos cruzar la calle. Guíense con su bastón para encontrar el final de la banqueta. Al escuchar el semáforo, cruzaremos todos”, indica Maggie, quien padece debilidad visual.
Cuando no han ido ni a mitad del camino, el sonar de un claxon provoca el grito de los visitantes del museo: un automóvil ha ignorado el alto. “Ha sido el escenario más difícil. Tuve miedo de atravesar la calle”, opina Yaqui al final del recorrido; el resto de los asistentes coincide.
Después del susto, la visita a un mercado relaja el ambiente. Frutas, verduras, semillas, productos de cocina y hasta flores, ha sido la utilería empleada. Que cómo los han distinguido e identificado: tocando, oliendo, probando y, hasta, si se quiere, escuchando.
“¿Creen ustedes que es incorrecto el uso del verbo ‘ver’ para referirse a un invidente? ¿Creen que podamos ‘ver’?”, cuestiona la guía. “Percibir algo con cualquier sentido o con la inteligencia”, es la definición de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), por lo que se podría inferir que sí, pero, desde su experiencia personal, ella contesta que las personas invidentes pueden crear visiones o configuraciones mentales, a partir de lo que tocan, ‘ver’ de alguna manera cómo son las cosas. Y así, por ejemplo, ponerle color a una flor: “La que ahora tengo en mis manos es roja”, ríe, al tiempo que lo afirma.
La cafetería es la última locación. Maggie pide a los asistentes que compartan las emociones que han surgido a partir de la experiencia, pero antes relata que dicha exhibición fue creada por el periodista alemán Andreas Heinecke en 1988. Hamburgo fue la primera ciudad, pero desde entonces han sido muchas más alrededor del mundo.
Después de que Maggie deja de hablar, el diálogo en la obscuridad comienza. Alguien comenta que ha podido entender cómo es que experimenta un amigo suyo el correr de los días, y que ahora tratará de ser más comprensible con él. Otro más comparte que le ha sido difícil moverse, y que un poco de temor ha acompañado su recorrido, pero que el apoyo de los demás ha sido útil en la labor de recorrer los espacios. Un último asistente afirma que ha podido explorar mayormente los demás sentidos que posee, y que, incluso, hasta el pastel que comió le supo mejor en la obscuridad de la cafetería. Las risas se hacen escuchar.
Recorriendo a tientas un último pasillo, los asistentes se despiden de Maggie. La luz se va haciendo cada vez más intensa, la visión vuelve. “Se tiene que parpadear un poco para acostumbrarse de nuevo a la luz y no marearse”, ha dicho uno chico del staff de la exhibición.
Al salir del museo, Alejandra contempla el cielo, y dice extasiada: “Gracias a Dios. Qué bonito cielo”.

miércoles, 29 de febrero de 2012

La noche en que Luz Casal hizo extasiar

Labios apretados, la emoción contenida en garganta y pecho. Puños cerrados. Éxtasis y, al tiempo, silencio. El espectador no puede más que, si acaso, susurrar las letras de sus melodías. Luz Casal logra lo que pocos. Inundar con su voz el escenario, atrapar, enganchar, enamorar. Hacer que la escuchen. Que nada, ni la música ni los cánticos de su público, esté por encima del sonido que expelen sus pulmones.

Su voz acaricia, su sonrisa hipnotiza, y sus brazos, sus brazos dibujan las palabras que formula poco a poco, como si se tratara de un juego de mímica. Como si intentara hacer llegar su mensaje a través no sólo de su canto, si no de su cuerpo.

In crescendo. Casal fue de menos a más, del bolero al rock, de la serenidad del público a la intimidad con él, a crear, sobre todo, una atmósfera de romanticismo y alegría que los mil 500 asistentes al Teatro Diana agradecieron con una lluvia de aplausos que restalló, principalmente, al final de la velada. Piensa en mí, Lo eres todo, Gracias a la vida e Historia de un amor fueron las canciones más coreadas y celebradas.

La que se presentó anoche fue una Luz Casal fresca y serena. “Quiero ver el rojo del amanecer, un nuevo día brillará, se llevará la soledad…”, fue la estrofa que la española intentó que los tapatíos corearan con ímpetu al principio del concierto, pero, a cambio de ello, recibió un tímido cántico. Ante ello, la artista aseveró: “No estuvo mal, pero siempre puede estar mejor”. Los aficionados rompieron en risas.


Continuará... espero...