Tozudo: dígase del comerciante que casi cada día vende su
producto en el cruce de las calles Colón y Madero, en el Centro de Guadalajara.
No importa qué, si hay operativo anti ambulantes del Ayuntamiento o no, ahí
está él, la voz en grito: “¡Veinticuatro borrachitos (dulces) por cinco pesos!”.
¿Cuántas cajas vende al día? ¿Cuánto tiempo dedica a la
venta? ¿Él prepara los borrachitos? ¿A quién mantiene económicamente?
Mientras él anuncia su producto con la misma tonada (¿No resonará
la frase en su cabeza, desesperante, al final de la jornada? “¡Veinticuatro
borrachitos por cinco pesos!”), decenas de pies se mueven a su alrededor. Unos
como si les quemara el piso, con prontitud; otros como si su dueño estuviera
desorientado, es decir, lento y sin tino: miran los productos de las tiendas a
través de los escaparates.
No sabría decir con certeza si el charlatán es moreno y de
estatura media, no he reparado en él. Soy de las de paso acelerado que solo
escuchan su discurso de venta lo que tarde en atravesar una cuadra con gentío
incluido; luego de ello, su voz se pierde entre el bullicio citadino.
A pocas cuadras de la intersección referida, en Juárez y 16
de Septiembre, otro personaje familiar en los recorridos aparece. Con la ropa
ajada, no sé si siempre la misma (Como muchos, no sé si bajar la mirada ante la
miseria o encararla, ¿sonreír?), suelo verlo en torno a la escalinata de 16 de
Septiembre. Hago memoria y me parece observarlo rebuscando entre los botes de
basura aledaños. Es de cabello y barba oscuros, descuidados. ¿Será de las
personas que van de bote en bote recolectando latas de refresco, plástico, y
otros materiales reciclables, para hacerse de algún dinero? (¿De ésas que se
ven con frecuencia en la zona Centro?) ¿Cuánto puede ganar? ¿Para qué le
ajusta? ¿Dónde duerme?
Cúmulo de rostros. Cuerpos que se cruzan. El ir y venir de
los peatones. Historias…
No hay comentarios:
Publicar un comentario